martes, 24 de mayo de 2016

Parir en España

He pensado escribir una serie de posts en los que pueda contar mis experiencias y los recuerdos que me han quedado de los partos de mis tres hijas en los tres países en los que han nacido, las diferencias y lo que me ha gustado o me ha dejado buen sabor de boca de cada uno de ellos, por si a alguien le puede ayudar o interesar.
Para empezar, Jimena nació en España, en Salamanca, en un hospital privado. Las primeras semanas de embarazo las pasamos en Madrid, donde viviamos en aquellos momentos, y hacia el final del primer trimestre nos mudamos a Salamanca.
Al llegar a Salamanca nos encontramos con que había que buscar o elegir ginecólogo ya que nuestro seguimiento se hacía de manera privada.
He de decir que tanto Jorge como yo estábamos totalmente perdidos y no teníamos ni idea de pruebas ni como se hacía el seguimiento de un embarazo, y hacía más de 20 años que no nacía un bebé en nuestras familias, así que había cero información actualizada o fiable.
Total, que siguiendo las indicaciones de mi ginególoga de Madrid, fui a hacerme los análisis del triple screening y pedí cita a la ginecóloga elegida. Lamentablemente la cita era para varias semanas después así que buscamos un ginecólogo menos ocupado para que nos mirase los análisis. Además de menos ocupado, este tipo resultó tener escasa educación y menos aún, tacto. Allá fuimos Jorge y yo con nuestros papeles, inocentes ambos y este imbécil nos espetó una sarta de tonterías que me hicieron salir de la consulta a lágrima viva. Textualmente recuerdo que nos dijo que estábamos haciendo todo mal, que pudiendo conducir un mercedes o un audi estabamos conduciendo nuestro embarazo como si fuera un seiscientos y que nos atuviesemos a las consecuencias. Y todo porque no nos habiamos echo la eco del triple screening, que obviamente mi gine de Madrid me habría echo en su consulta y que la elegida de Salamanca también hacía en la suya. Nos dijo que ningún buen ginecólogo hacía ese tipo de ecos, porque ese era trabajo de especialistas. Evidentemente él, mediocre, no estaba capacitado para hacerlas, pero eso yo no lo sabía y salí de alli pensando que mi bebé iba a tener algún problema.
La suerte, sin embargo, estaba de nuestra parte, y esa misma tarde tuvimos la ecografía en cuestión, ya que mis padres contaban con un conocido especialista entre sus amigos. Todo estaba en orden, pero este fue el primer tropezón y uno de los recuerdos que me han quedado.
Otra de las cosas que me agradaban más bien poco era los análisis de sangre, uno al mes! Cada vez que iba a la consulta de la gine iba con unos análisis de sangre, aunque apenas recuerdo mas de dos análisis de orina en todo el seguimiento. También, cada vez que iba a la consulta, podía ver a mi bebé en una ecografía, lo cual, aunque pueda ser agradable, no es en absoluto necesario y se desconocen los efectos que puedan causar en el bebé.
Tampoco me hizo gracia tomar hierro por prescripción médica, sin tener un ápice de anemia, con lo que estriñe!!!
En el tercer trimestre comencé las clases de preparación al parto. Sorprendentemente, una clase completa, de hora y media, se centró en la epidural, en cómo colocarse para el pinchazo, en como colocarse para pujar una vez puesta y en cómo, en previsión a una cesarea, no debíamos comer nada una vez nos dieramos cuenta de que estábamos de parto... Nadie habló de otras opciones de anestesia y muchísimo menos de dar a luz sin ella. Nos hablaron, por supuesto, de la episiotomía que se hacía de manera rutinaria y del uso de instrumentos para sacar al bebé.
La lactancia, casi de puntillas, pero no escapé de una larga clase de los diferentes nombres de los trajecitos de los bebés y qué meter en la bolsa del hospital. Un arrullo? No valdría igualmente una manta? Pues se ve que no.
Después de semanas de clases, yo no tenía ni idea de cómo identificar una contracción pero sabía que me esperaban horas y horas muy dolorosas antes de la bendición de la epidural, para la que, por supuesto, me hicieron las pruebas pertinentes sin preguntar si la quería o no.
Hacia el final del tercer trimestre comencé a tener citas de monitores. Claro, cuando no conoces otra cosa, pues lo ves normal, pero, para que sirve ir a monitores? Es necesario? Vas allí, te estresas pensando en que algo está pasando, y lo único q consigues es perder el tiempo.
Mi última visita a la gine fue el mismo día que salí de cuentas y allí, además de una maniobra de Hamilton que yo no pedí, me dieron fecha límite, tenía una semana más antes de inducirme el parto. Sin explicaciones. Sin más.
Con estos datos, Jorge se pilló un vuelo para llegar a Salamanca el viernes de madrugada, y esa misma noche me puse de parto. A ver, tuve que llamar al hospital a preguntar si eran contracciones, y me llamaron loca, pero me dijeron que fuera si seguía con esa sensación un par de horas más. Hacia las 3 de la mañana o así, nos fuimos, después de pegarme una ducha y comer todo lo que pude, sabiendo que allí no me darían nada.
Pródromos. Que palabra más fea. Eso es lo que nos dijeron, pero nos dejaron ingresados ya que era la última habitación libre en la planta de maternidad.
La recomendación de la matrona fue duerme, mañana te espera un día muy largo.
Nada más lejos de la realidad. Despues de pasar la noche durmiendo, pensando que aun no estaba de parto, me encontré con que al llegar la matrona del nuevo turno y examinarme, estaba completamente dilatada! De nuevo, sin saber que era innecesario y conteniendo mis ganas de empujar, la matrona me rompió la bolsa y me llevaron al paritorio. Allí, empujé tres veces, la primera para ver que tal, la segunda, con episiotomia incluida, en la que salió la cabeza, y la tercera en la que salió el cuerpito de Jimena.
Al nacer me la pusieron encima y Jorge le cortó el cordón, sin esperar. De nuevo, no sabíamos que había una opción mejor. También nos pusieron a ambas las inyecciones pertinentes, a mi para sacar la placenta y a ella la vitamina K y creo recordar que la vacuna de la hepatitis también, pero no puedo asegurarlo. De nuevo, nadie nos preguntó nada.
Jimena se quedó dormida enseguida, lo cual, sumado a la poca ayuda que recibí, dificultó la lactancia. Me dieron pezoneras a la primera de cambio y con ellas hice lo que pude (LME hasta los 3 meses y mixta hasta los 13 meses).
La estancia en el hospital, privado, con una habitación individual con baño y un sofa cama para el papá, es uno de los puntos más positivos. Aunque en contrapunto, el descontrol de las visitas, que podían acceder sin restricciones de horario hizo la estancia bastante complicada. Imagino que el ser padres primerizos jugaba en nuestra contra, pero aprendimos la lección.
En el hospital se llevaron a Jimena de nuestro lado varias veces para "sacarle" el meconio, como si la pobre no supiera cagar. Lamentablemente los problemas de estreñimiento que tuvo posteriormente creo que estan relacionados con esa desinformación general que existe en cuanto a las defecaciones de los bebés alimentados con LM, todo el mundo estaba obsesionado con que cagara a diario y no haciamos otra cosa que darla eupeptina y estimularle para que hiciera caca! Otro punto negativo.
También nos asustaron con sus caderas, que tenía problemas, nos dijeron, y la hicieron una eco en el hospital antes de darnos el alta, y otra a las dos semanas o así. Pobrecita mía. El especialista, traumatólogo infantil, nos dijo que estaba todo normal, pero pasamos un mes de angustia y con la pobre Jimena con doble pañal y una toalla entre las piernas :-(
El último punto negativo que voy a contar es el bote de leche de fórmula que el pediatra me regaló en su consulta por si me decidía a darle una ayudita. Sin comentarios.
Con el embarazo y el parto de Jimena aprendimos muchas cosas y sobre todo decidimos que para la próxima ocasión estaríamos informados para poder saber cómo actuar en cada situación.
No me acuerdo de mucho más, pero es que hace casi 10 años!!! Proximamente, parir en Irlanda.

sábado, 21 de mayo de 2016

Persiguiendo a Miss Fabiola

La capacidad de movimiento de Fabiola nos ha pillado por sorpresa desde el principio. No tenía 6 semanas cuando empezó a darse la vuelta cuando la ponía boca abajo, y dos semanas más tarde podía hacerlo a la inversa y rodar por toda la cama. Antes de los 5 meses podía gatear con soltura y hace mas de dos semanas que pasea de pie por donde le apetece, agarrada a donde su limitada estatura le permite.
El problema no sólo es que yo no haya podido disfrutar de mi pequeño bebé porque nunca se ha comportado como tal, el problema es que ella no es capaz de  entender ni sus limitaciones ni donde está el peligro, ni siquiera sabe cual es su nombre como para entender lo que significa no!
Total, que me paso el día persiguiéndola por toda la casa para que no se ponga de pie agarrada a la ropa colgada en el tendedero o para que no juegue con el paquete de folios, con los cables o con los enchufes y sobre todo para que deje su afición favorita, chupar los zapatos o las ruedas del carrito. Y aun queda por llegar el día que descubra las escaleras!
Y yo que pensaba que la tercera iba a ser más fácil...